domingo, 22 de marzo de 2009

y después qué



“Nunca veas a una puta con luz de día,

es como mirar una película con la luz encendida.

Como el cabaret a las diez de la mañana,

con los rayos de sol atravesando el polvo que se levanta cuando barres.

Como descubrir que ese poema que te hizo llorar a la noche,

al día siguiente apenas te interesa.

Es como sería este puto mundo si hubiera que soportar las cosas tal y como son.

Como descubrir al actor que viste haciendo Hamlet en la cola del pan.

Como el vacío cuando te pagan y no sentís ni siquiera un poquito.

Como la tristeza cuando te pagan y sentiste por lo menos un poquito.

Como abrir un cajón y descubrir una foto de cuando la puta tenía nueve años.

Como dejarte venir conmigo sabiendo que cuando se acabe la magia vas a estar con una mujer

como yo, en Montevideo”

(de la película "El lado oscuro del corazón")




Cuando la suerte qu’es grela
Fayando y fayando
Te largue parao...
Cuando estés bien en la vía,
Sin rumbo, desesperao...
Cuando no tengas ni fe,
Ni yerba de ayer
Secándose al sol...

Cuando rajés los tamangos
Buscando este mango
Que te haga morfar...
La indiferencia del mundo
Que es sordo y es mudo
Recién sentirás.

Verás que todo es mentira
Verás que nada es amor
Que al mundo nada le importa
Yira... yira...

Aunque te quiebre la vida,
Aunque te muerda un dolor,
No esperes nunca una ayuda,
Ni una mano, ni un favor.

Cuando estén secas las pilas
De todos los timbres
Que vos apretás,
Buscando un pecho fraterno
Para morir abrazao...
Cuando te dejen tirao,
Después de cinchar,
Lo mismo que a mí...
Cuando manyés que a tu lado
Se prueban la ropa
Que vas a dejar...
Te acordarás de este otario
Que un día, cansado,
Se puso a ladrar.

(C. Gardel)

http://www.youtube.com/watch?v=a642iPGq7tg

lunes, 9 de marzo de 2009


Soy muy desordenada a veces. Estoy ante la mesa llena de papeles sobre
fonética y otras cosas y mi mente se va a un lugar muy oscuro, donde toda la gente es muy extraña, bajo la luz de unas velas un poco azules y verdes. Uno está tocando el violín, otros quejicosos susurran suavemente y tristes comentan el cadáver de un gato en la carretera. Seguido de un largo silencio donde se quejan del desprestigio de los locos en la sociedad y su peligro de abandono completo al olvido y a la incomprensión.

Otro está dibujando una luna en las paredes de la habitación, pues desearía tanto dormir cada noche tan cerca de ella cada vez que despierta temblando y cae en la certeza de que a ese instante le sigue otro y otro sin poder remediarlo y sin poder irse en pijama a la calle a abrazarlos a todos. Necesita tanto vivir en y por la luz de la luna. Tan triste como la idea de que tu abuela siempre ha sido vieja para tí. O como cuando te levantas de la cama asustado y está la melancolía que crece en la ducha y luego vas a la calle y coges una margarita porque sabes que en el fondo de cada uno de tus pensamientos está él y la coges por él y escuchas el silencio de todas las palabras porque al menos está él. Te sientas en la silla a escucharlo, porque sabes que en su voz encuentras todo lo que a veces pensaste cuando cogías trenes y bicicletas buscando esa luz, que es tan tan hermosa que no puedes parar de llorar. Pero siempre está la finitud pisándote las ilusiones. Hay un monstruo en la debilidad. A veces te tira del pelo y te pregunta por qué no hiciste lo que debías, por qué te sientas a esperar algo que no llega. Por qué en lugar de lamentarte y de hacer lo que tenías y temías hacer, te fuiste a escuchar a la mendiga que canta ópera y que tú sabías que ella tampoco hizo lo que debía hacer. Quizás no lo hiciese porque imaginar el bosque es mucho más seguro que ir a él y encontrarte que allí, por las noches también hay mucha oscuridad y que el miedo también está allí: ¿Acaso algo nuevo? Se repite una y otra vez. Aunque tú quisieras coger una estrella no puedes salirte de lo que eres. No se busca la tristeza, sin embargo viene si te inmovilizas. Y te abandonas y no haces por comprender a los demás, que están ahí, que son tan parecidos a tí pero que jamás te entienden, porque finalmente somos todos tan infinitamente diferentes que cuando yo te miro, tú jamás podrás imaginar que lo que pienso sobre tí es tan disparatado. No somos dueños de lo que pensamos ni sentimos. Yo quería hacer lo que debía hacer, pero vi una tragedia y salí corriendo, como cuando era muy niña y escondí las tizas para no tener que salir a la pizarra.

Cuántas ganas tengo de volver a llegarle a mi papá por las rodillas y que me lleve en la moto a coger fresas en el campo al atardecer y que me lleve a dormir en brazos mientras finjo que estoy dormida y no puedo ir hasta la cama yo sola... y estoy feliz por estos maravillosos momentos.

Y me pongo a pensar en una mujer con un sombrero que está sentada en un banco de la calle muy frío, leyendo el periódico de hace tres días, sin que eso le cree la menor sensación de sinsentido. Y que esté allí, con las manos heridas porque la maleta que lleva llena de dibujos y versos a nadie le importa y todos los llenan con su indiferencia, rechazando a esa mujer que es parte de esta gran familia, y que por ello debiera de tener cabida aquí, a comprenderla, pues tuvo su infancia, tuvo sus sueños, tiene y tendrá sus esperanzas. Y por qué la rechazan... por qué no podrá pensar así ¿Por qué ella no?